El director de la NSA, Keith Alexander, justificó que con este
programa el Estado pudo evitar “docenas y docenas” de potenciales
ataques terroristas. Los equipos de inteligencia “están haciendo
exactamente lo correcto” para proteger a su gente de posibles amenazas a
su seguridad, insistió.
Y no fue criticado por esto. Tampoco
nadie ha pedido la cabeza del presidente que está al frente de estas
políticas de espionaje, sino todo lo contrario: esta semana el Pew
Research Center divulgó una encuesta según la cual el 63% de los
estadounidenses consideran que es más importante la investigación de las
amenazas terroristas que la protección de la privacidad, algo que
defendió apenas el 34% de los consultados.
Seguramente a la hora
de expresar estas opiniones, lo mismo que cuando fueron redactadas la
ley Patriota o la ley FISA, pesó en la memoria el recuerdo y el dolor
que dejó el 11S.
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